Cuidado con los aplausos

Hace algún tiempo, nuestro director musical, comentó algo que yo veía muy poco probable en él. Siendo un tipo con una profunda convicción de servicio, que entiende perfectamente que lo que hacemos es para la gloria de Dios me sorprendió cuando contó que él necesita aplaudir cuando terminamos de tocar una canción.

Sucede que al terminar de tocar, y si todo salió bien, la congregación automáticamente mira a los músicos mientras aplaude, y muchas veces directamente a él, que hace los solos de guitarra.

“Es en ese momento, cuando escuchas los aplausos y sientes las miradas, que crees que esos aplausos son para ti”, comentó. “Y entonces sientes que tu pecho de infla de satisfacción”.

A veces, los aplausos si son dirigidos a ti como músico o cantante pero la congregación no lo hace con mala intensión. Tal vez sea su manera de agradecer por acompañarlos musicalmente en su adoración.

Sin embargo, mi amigo comentó que aplaudía para mostrarle a la congregación, y a el mismo, que esos aplausos no son suyos, que no le pertenecían, sino que deberían ser dirigidos a Dios.

Después de aquel comentario, cada domingo observaba a las personas al finalizar una canción y efectivamente, dirigían sus miradas a los músicos y parecía que eran ellos los merecedores de los aplausos. Decidí entonces adoptar esta interesante y sana costumbre.

Aunque hasta aquel entonces no había tenido problemas con el orgullo musical, no quería esperar a que sucediera, no iba a caer en esa trampa tan vieja, tantas veces vista en los músicos.

Ahora cada vez que la canción termina con aplausos de la congregación, también yo aplaudo, no escandalosamente, pero si mostrando que la gloria no es mía sino que le pertenece al dueño de la música, a Dios.

Es interesante notar que no sólo las letras de las canciones tienen un efecto pedagógico en las personas; nuestro comportamiento también influye en su adoración. No solo como nos expresamos físicamente durante las canciones, sino también, cuando estas terminan.

Cuanta responsabilidad recae en los que ministran con la música, no se trata solo de cantar o tocar bonito, todo lo que hacemos antes, durante y después del culto, es importante. Lo que hacemos es mucho más que música.

2 comentarios:

  1. Es triste cuando algunos confunden eso...

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  2. Así es, hay que recordar siempre que, aunque disfrutamos de todo lo que hay es la "casa", solo somo mayordomos y Dios el dueño.
    Si nos desviamos de esto, terminaremos como aquel músico que Dios echó del cielo pero si lo tenemos claro, dirá que somos músicos conforme a su corazón...que Dios nos ayude. Saludos

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